16.4.10

Vamos con Trololo

Para los que no creen en el poder sanador del tarareo, qué pelotudos que son. Aprendan de Trololo, que grabó un hitazo hace cuarenta años y todavía sonríe. En la videoteca.

13.4.10

La diferencia



Uno tiene el talento en la sangre, las habilidades exacerbadas, el toque más preciso del país, la pegada perfecta. Rompió todo en los primeros años y luego fue a Europa a hacer la historia de la sucesión de Maradona. Llegó al Barcelona y en poco tiempo lo volaron porque el técnico no lo quería de enganche, aun en su apogeo futbolístico. Cuando cambió el técnico jugó una temporada e hizo tres goles. De ahí bajó un escalón: En el Villareal fue récord de asistencias pero lo volaron lo mismo porque llegó un punto que nadie lo quería, ni el técnico ni los jugadores. Presenciaba a un costado las charlas técnicas pero no las escuchaba, porque justo en esos momentos escuchaba música, con los auriculares puestos. Exigía que en el estacionamiento del club nadie pusiera un auto pegado al suyo: el tipo tenía que estacionar tranquilo, con un hueco vacío a cada lado. Quisieron llevarlo al Atlético de Madrid, pero lo rechazaron por su manera de ser. Jugó un Mundial en 2006, lo hizo muy bien, le pegaron mucho, aunque se habló de su debilidad física. Después intentó cargarse a la selección en el lomo y se hizo el ofendido: primero dijo que no iba a jugar más porque su madre sufría, después se enojó con Messi porque supuestamente cagaba más alto de lo que le daba el orto, y después se peleó con el entrenador. Renunció a la camiseta para siempre, como renunció a hablarle a Cáceres, el zaguero que jugó con él en Boca, y a Caranta, que lo bardeó por hacerse el distinto, como ayer también renunció al festejo que él mismo propició con una asistencia. No quiso saludar al otro, el que sigue ahora.

El otro, éste, no nació con ninguna habilidad expresa; no mueve muy bien las piernas, es alto y bastante torpe de abajo, le decían el loquito en sus primeros años de carrera porque se teñía el pelo, se vestía de mujer y se cagaba en todos. Explotó como un delantero fuerte y cabeceador en Estudiantes, limitado pero efectivo. Después fue a Boca y comenzó a romper todo lo que tenía a mano. Se convirtió en el nueve de referencia después de haber pasado por allí Gabriel Batistuta, que no encontraba heredero. Hizo 20 goles en un torneo, es decir, más de un gol por partido (los otros entraban a la cancha sabiendo que la bestia iba a meter uno, por lo menos). Fue goleador indiscutido con esas piernas cañaverales, lentas, torpes, y se fue a Europa a cumplir el sueño, al mismo equipo que el otro: el submarino amarillo, Villareal. Tuvo un arranque tibio y cuando estaba empezando a calentar la garganta, se le cayó una pared (sí, una pared) encima de las piernas, luego de un festejo, y le quebró tibia y peroné. Afuera. Después lo vendieron al Betis, pero no agarraba viaje por la lesión, y después a la segunda división (claro, a diferencia del otro, jugó en la B, tanto con Estudiantes en Argentina como con el Alavés en España). Allí pudo empezar a volar de nuevo. Se fue del Alavés para volver a Boca, y les agradeció a los españoles porque le permitieron volver a jugar sostenidamente al fútbol. En Boca siguió haciendo goles. Hizo goles. Más goles. Volvió a ser campeón, y se le volvió a pudrir la cosa. Se rompió los ligamentos de una rodilla en Santa Fe, contra Colón, y se la bancó en la cancha: tanto que hizo un gol con la rodilla rota, y lo festejó rengueando. Afuera de nuevo. Se recuperó, entró por primera vez contra River y le metió el tercero de una noche brillante, y después hizo goles de penal resbalándose, hizo goles en infracción evidente porque se colgó del travesaño para cabecear (como un pivot que la vuelca); hizo goles desde el córner, al ángulo, buscando eso; hizo goles desde la mitad de la cancha al ángulo, hizo un gol de cabeza desde 40 metros, aprovechando la fuerza que traía la pelota tras un saque de arco. Es decir: el arquero le metió una volea rumbo a la mitad de la cancha y antes de que pudiera dar vuelta la cabeza, ya tenía la pelota adentro del arco, porque el muchacho alto y rubio le metió una murra de cabeza, en una fracción de segundo, y se la mandó a guardar. La suma de los años hizo que empezaran a tomarse muy en serio la cantidad de goles que fue haciendo. Cuando llegó el momento de contarlos de verdad, se dieron cuenta que estaba muy cerca de Francisco Varallo, el que hasta hace poco se distinguía como el máximo artillero xeneize en el profesionalismo. Este otro superó su marca: 183 goles. Y lo nominaron como el máximo goleador en la historia de Boca. Hasta que alguien dijo que no, que Roberto Cherro, otro delantero de los primeros años del profesionalismo, al igual que Varallo (esos años en que los equipos se paraban con un 2-3-5, es decir, con cinco delanteros y dos defensores; esos años de profesionalismo mentiroso, porque no existía la preparación física y los jugadores iban a entrenar después de haber hecho una losa; esos años en los que se recontra cagaban a goles, y ganaban 6 a 3 y perdían 5 a 4 todos los domingos) tenía como 218 goles entre los que hizo como profesional y como amateur, antes de 1931. Entonces a este otro le dijeron que todavía le faltaba un poco para hacer verdadera historia. Y ayer el tipo se encargó de terminar con ese asuntito, metió dos y llegó a los 220 goles en Boca, la cifra más grande que un delantero haya anotado. Con un detalle. Este muchacho lo hizo en los años del antifútbol, cuando los equipos llegan a pararse con 5 o 6 defensores, dependiendo del momento del partido. Y lo hizo a los 36 años en el contexto de un deporte superprofesionalizado desde lo atlético, cuando otros chicos deben recibirse de velocistas antes de debutar en primera. En total, este hombre hizo más de 280 goles. Y como el otro, en sus momentos lindos también había tenido la chance de jugar en la selección: venía bien, haciendo goles poco ortodoxos, por su condición técnica molesta, esa que ya mencioné, hasta que en una Copa América se empernó con la idea de hacer un gol de penal y volvió a hacer historia, errando tres penales en un mismo partido (que además Argentina perdió 3 a 0). Después de eso, lo enterraron para siempre (yo mismo lo decía). Hasta que Maradona, en las últimas, lo volvió a llamar para que esa especie de semi-dios gigante del gol hiciera algo por el peor seleccionado de fútbol de los últimos 30 años. Y este otro entró en el partido con Perú, cuando la lluvia nos tapaba, y metió el gol decisivo. Le permitió a la Argentina llegar al último partido de las Eliminatorias con alguna chance. Este muchacho le permitió a Maradona tirarse de panza al césped para festejar algo que ni siquiera le imcumbía, por su inacción.
Ayer pudo quebrar el récord gracias a una asistencia del otro, el muchacho que dice siempre lo mismo a los micrófonos, el de los auriculares en la charla técnica, ese animal de la técnica. Y cuando hizo el gol, después de ese currículum que acabo de sintetizar, lo fue a buscar para agradecerle, para abrazarlo, aunque afuera de la cancha ni se hablen. Y el otro muchachito se fue a festejar a otro lado.
Es la diferencia. Este grandote, el último, cada vez que hace un gol se besa un tatoo en el antebrazo: el de su beba muerta, una chiquita que se le murió a los siete meses de haber nacido. Y va a ir al Mundial a los 36 años, con esa rabia acumulada que demuestra tener en la foto de acá arriba. Esa rabia que lo empuja a hacer el próximo gol, siempre el anteúltimo porque hay uno flotando en el aire, siempre.

12.4.10

Se confundió de casa en Cholila

Rompió un vidrio para entrar porque había extraviado las llaves, abrió la ventana y se dio una ducha. Después se percató de que no era su vivienda. Echó culpas a los tragos que se había tomado

Un singular episodio se vivió en un nuevo barrio habitacional de la localidad de Cholila, cuando un hombre regresó de madrugada a su casa y al intentar abrir se percató de que había extraviado la llave.

Entonces rompió un vidrio, abrió la ventana, se dio una ducha y se puso a buscar la ropa que quería ponerse, revolvió todo porque no la encontraba…, hasta que definitivamente se dio cuenta de que se había equivocado de vivienda y que la suya quedaba un poco más allá.

Ocurrió a las 4.50 del domingo (11/04) y cuando los dueños se despertaron le pidieron explicaciones. Atribulado, el protagonista se limitó a pedir perdón, les pagó los daños causados y les dio un dinero extra por el uso de la ducha. Los damnificados aceptaron disculparlo y de ese modo se arribó a una conciliación sin tener que llegar a una instancia judicial.

En definitiva, echó culpas a los tragos que se había tomado de más y "a la cantidad de casas nuevas que hicieron en Cholila, cualquiera se confunde", dijo.

Agencia El Bolsón

8.4.10

Necesito un traje para el día de mi cumpleaños. Tengo un casamiento.

Hay trajes que duran más que el amor.
Hay trajes que comienzan con la muerte
y dan la vuelta al mundo
y a dos mundos.

Hay trajes que en lugar de gastarse
se vuelven cada vez más nuevos.

Hay trajes para desvestirse.

Hay trajes verticales

La caída del hombre
los pone de pie.



(Juarroz, Poesía vertical, poema 23)

7.4.10

Presentación de Nivel Medio, de Sergio Gaiteri


Copio aquí la información difundida por el blog La Miel y el Cuchillo:

El escritor Sergio Gaiteri y la editorial Raíz de Dos presentan Nivel Medio, la novela que obtuvo la primera mención del premio Clarín/Alfaguara de novela en 2008, con un jurado compuesto por José Saramago y Rosa Montero entre otros.
Sergio Gaiteri es autor de Los días del padre y otros relatos (2006), mención del Fondo Nacional de las Artes y Certificado de Convivencia y otros relatos (2008) primer premio del Fondo Nacional de las Artes.
Nivel Medio narra, con el singular estilo de Gaiteri, la ambigüedad de las relaciones humanas.
El jueves 8 de abril a las 19.30, en el patio del Cabildo, los esperamos para celebrar la culminación de una obra donde el brindis (vino y empanadas) tendrá también protagonismo.

2.4.10

Jueves santo, viernes santo, sábado de gloria, domingo de resurrección.
La pija se para con la sangre del alma.