26.3.08

Observación participante


En este preciso momento de la tarde, un niño de entre siete y nueve años tiene la mirada oblicua y le está demostrando al público en general que los mocos no sólo se fabrican en forma autónoma, a oscuras y en silencio. El niño está sentado en un banco y aunque sostiene la vista a un costado, sin mirar a nadie, confirma para un observador particular (quien les narra) y para una audiencia potencial (hasta ahora desconocida) que un moco es una entidad compleja, originado (sí, es cierto) por la acumulación de residuos del ambiente en las fosas nasales pero finalmente determinado por la pericia del dedo que lo encuentra, lo amasa, le ofrece una identidad y, por último, lo abandona al mundo. El dedo elegido por el niño, y su movimiento circular y sereno (la armonía de la yema), repito, así lo demuestran. El niño se raspa las paredes interiores del orificio nasal derecho con la uña no muy crecida de su dedo índice. Conoce mi posición, y acepta el interés que me provoca su empresa. Se raspa durante un instante y luego, con la parte suave y acolchonada del dedo, intenta agrandar el diámetro del orificio nasal: provoca un estiramiento de la piel que le deforma parcialmente la cara y levanta las cejas, me mira, se quita el dedo de la nariz, lo encuentra limpio, y vuelve a su posición oblicua, en dirección al suelo, la boca entreabierta, un suspiro antes de volver a probar. Me pica la nariz cuando el niño insiste con el dedo y lo lleva hasta el fondo, se raspa la parte más estrecha del orificio, donde el cartílago que continúa al tabique dificulta el acceso, y cree haber armado una bola decente de moco cuando en realidad no es así, porque al quitar el dedo por segunda vez se da cuenta de que no sale nada. Entonces duda. Revisa toda su mano, dedo por dedo, y desconfía no de su accionar, sino del volumen: sospecha del valor del material que siente adherido a la cavidad derecha de su nariz, parece no estar convencido del objeto que pretende elaborar, titubea ante la idea de que el moco del que dispone no se corresponde en densidad y textura con la idea última de su producto. Quizás por eso me mira, otra vez. Pestañea lentamente. Y vuelve a esconder los ojos en los detalles del suelo.


La excursión final es, sin embargo, el mejor ejemplo resultante del desempeño bajo presión; una muestra inmejorable de convicción y talento. Escarba el orificio con la suavidad y la fuerza de una espiral metálica, presiona sobre los sectores a su entender más comprometidos, y con la pala improvisada de su pequeña uña da a luz una esfera verde y oscura, bruñida en la superficie, achatada en sus polos y ensanchada en sus costados, como nuestro planeta Tierra. Observa cada región de la obra, girando el dedo índice como si fuera una vidriera circular, y decide finalmente pegar el moco en el borde superior del banco, junto al quiebre brusco que anuncia la parte final del respaldo. El niño se pone de pie, luego de frotarse las manos en el pantalón, y abandona su lugar; camina hacia donde continúa el sendero y se pierde de vista. Recién entonces me acerco hasta el banco, para controlar en persona la tibieza y la blandura de ese moco abandonado. Reconozco su figura inequívoca al rozarlo, articulo el movimiento de mis propios dedos para estudiarlo de cerca y concluir, como en tantas otras situaciones, que la esfera es sin duda la forma perfecta, una proporción inalterable en la naturaleza de los cuerpos. Repito eso, en voz baja, mientras estudio bien de cerca al moco: una proporción inalterable en la naturaleza de los cuerpos. Y me lo como.

4.3.08

Encarnación

Quien quiera que sea, que pase por la videoteca. Hemos apelado, desde la Comisión Directiva del Blog, a reproducir una versión romántica extrema que nos ayude a combatir estas horas de inexplicable violencia. En nuestros países latinoamericanos se siguen cerrando las fronteras, pero este canto del Gran Nacho es un símbolo del (des)amor, que excede a su objeto inicial, la monjita morocha de la película, para comunicar todos los climas (los cinco) de nuestro continente. Nada de Enriques ni de Rickys ni de Montaneres. Nacho Libre.