28.9.08

Qué lindo es sacar fotos



No sé en qué anda el affaire Kalamicoy, pero hace un par de mañanas observé estas fotos en la cabecera de mi cama y dije: quiero escribirle a Héctor. Voy a escribir sobre lo que pasó con Héctor. Efectivamente, mi abuela Flora y mi abuelo Chon tenían, sobre su cama matrimonial, un rosario hecho con nudos de madera de árbol que debía medir algo así como tres o cuatro metros y que, después de reproducir algunas arcadas, parábolas invertidas y panzas con forma de gotas, dejaba a la vista de todos, en el mismísimo centro simétrico de la cama matrimonial­ y con inmejorable relieve y textura, a la figura de un Jesucristo excesivamente bronceado, rugoso, incómodo y clavado, que oficiaba, como es costumbre, de vigilador. Mis abuelos dormían con uno de los objetos más incómodos que se han creado en la historia de la ropa de cama: una almohada doble, una almohada matrimonial.


En mi cama no hay almohada matrimonial. Y en la cabecera, tampoco hay un rosario. Hay, en su lugar, una gigantografía de Héctor Enrique Kalamicoy, el único hombre en toda la ciudad de Neuquén que, hoy, aunque cueste creerlo en medio del contexto que nos rodea, parece ostentar una extraña cualidad: es alegre y triste al mismo tiempo.


¿Qué? Kalamicoy es un enfermo mental que escribe literatura y ensaya milanesas a diario en una ciudad como Neuquén y que, llamativamente, según se ha dicho y analizado en los medios de las últimas semanas, parece ser…


Raro.


Alegre y triste.


Al mismo tiempo.


Entonces insisto, tengo algo para revelar. Mi posición. Creo que Héctor Kalamicoy tiene momentos de alegría y momentos de tristeza, que a veces no logra separar del todo. Por lo tanto, es un tipo alegre y triste al mismo tiempo.


Y me arriesgo a más: yo tengo momentos en que estoy alegre y tengo momentos en que estoy triste. Soy un tipo alegre y triste al mismo tiempo.


Y entiendo que con esto ya puedo ser peligroso, por la violencia de mis declaraciones, pero me juego la cabeza a que mi hermano, médico en un puto lugar seco en crecimiento, tiene momentos buenos y malos. Y lo digo así, carajo: mi hermano es un tipo alegre y triste al mismo tiempo.


Y Norma, mi mamá.


Quizás no alcance el nivel de profundidad de análisis con mi posición, ¿no?


Tengo hasta ahí.


Estas cosas me hacen pensar en pocos profundos. En medios.

26.9.08

Memorable


Haciengo gala de todas las pelotudeces que ahora me dan de comer, como los hipervínculos y las citas y el espíritu común que algunos sostenedores de blogs quieren imponer o juegan a reproducir, esto es, aprovechando esta movida del blog para recuperar cosas memorables, maravillosas, apoteóticas, les dejo aquí una clasificación precisa, evidentemente empírica y concreta sobre cómo cogemos nosotros, los vergas. La autora se llama Adriana Battu y no la conozco. O sí, la conozco a partir de ahora. No la conozco porque no la había leído, porque nunca la crucé en una fiesta ni tampoco en algún partido de literatura, pero puedo asegurar, hoy, ahora mismo, que debe ser un caño de mujer, una hermosura total, debe estar buena desde los callos hasta el alma, y al mismo tiempo puedo asegurar que jamás cogería con ella. No por miedo a su belleza esssuberante, sino por miedo a la marginalidad. No soportaría quedarme afuera de su cánon. Disfruten.


En la cancha se ven los pingos

por Adriana Battu

Me agarró la fiebre clasificatoria y empecé por ordenar mis zapatos, después mi biblioteca, después los papeles que daban vueltas hace meses, y ahora quiero terminar etiquetando los estilos sexuales de los hombres. Algunos los conocí, otros me los contaron. Todo esto fue hace mucho tiempo, en la etapa disipada de mi vida.

El locutor
Te va comentando lo que te hace o te está por hacer. "¿Estás lista para que te pegue una tremenda chupada de concha?", dice. O por ahí te la empieza a meter, te hace ese amague de la puntita y un poco más, y cuando soltás un gemido, él te susurra al oído: "Y todavía no te metí ni la mitad de la pija". El locutor a veces gusta, a veces no. A veces calienta y a veces causa un poco de gracia. Es vulnerabe. Al "todavía no te metí ni la mitad de la pija" se le puede retrucar un "no me había dado cuenta que me la habías empezado a meter". Pero tampoco da ser tan bruja.

El dj
Un clásico. No puede saltar a la cama hasta que no encontró la banda sonora de su performance. El dj crónico puede llegar a sincronizar los movimientos pélvicos con el ritmo de la música. Suelen ser medio rapperos, o rockeros jovatones. Conocí a uno que se jactaba de durar todo un disco de Bon Jovi. Nunca lo comprobé. Algunos se distraen cuando se les acaba el disco y tienen que interrumpir todo para poner otro. Si te le subís encima y te le hamacás al compás, podés quedar grabada a fuego en su corazón melómano.

El mal masajista
Asocia directamente el sexo con el masaje, y lo hace mal. Confunde pasión con fuerza bruta, caricia con fricción, y lo peor es que es súper voluntarioso. Te clava los garfios en la espalda con una violencia innecesaria. Te masajea al revés, por ejemplo, en círculos concéntricos que no disipan ni dispersan los nudos sino que los concentran en un mismo punto. Sin querer, te hace tomas chinas milenarias y te deja medio tullida. Estás rengueando, te dicen tus amigas. Es que tengo un pinzamiento. Ah, lo volviste a ver al masajista.
Es como si en lugar de masaje muscular te hiciera masaje óseo. Es casi un quiropráctico pero alienado y sin licencia. Tiene tan buena voluntad que no te animás a decirle nada. Cuando cae, te dice "mirá lo que traje" y saca la botellita de aceite.

El invasor
Te invade en el baño por lo general. Se te mete en la ducha. Es muy de enjabonarte. Si llega a iniciar un polvo de parados en el vapor, suele ser bueno frenarlo a tiempo, porque algunos terminan con ataques de asma, o les baja la presión. Ya les pasó antes, pero son insistidores, aventureros, incluso un poco escatológicos. Te quieren ver haciendo pis. Cosas así. Para frenarlos basta cerrar el baño con trabita.

El porno star
Es agotador. Por alguna razón tarda en acabar y en ese largo interin quiere hacer todas las poses en todos los ambientes. En el primer encuentro, por ejemplo, cuando te ponés en cuatro, el muy zarpado, en lugar de hacer de rodillas el aceptable perrito, te bombea en pose quarterback de futbol americano parado atrás tuyo con las gambas abiertas sobre tu tímido Suavestar. Un papelón. Puede ser bueno para una noche de hambre acumulado, pero en lo cotidiano terminás pidiendo por favor que alguien le dispare el dardo de Daktari.

El león
Es medio sofocante. Aplastador. Mordedor de cuello. Prefiere cogerte boca abajo, mientras él se apoya con los puños sobre la cama. Para él, sexo y humor no se mezclan. Es solemne y soberano. Hace unas pausas raras: de pronto para de bombearte, te apuntala bajo su peso, y no sabés si te está cogiendo o si está esperando que des las últimas pataditas antes de devorarte. Es muy gritón cuando acaba, rugidor. Te puede traer problemas de consorcio.

El mañanista
Es tempranero. La noche anterior empezó a babear la almohada a las 10:30 justo cuando vos te sentías divina y conectada con todas las constelaciones del placer. Y ahora cuando vos te despertás atropellada por la mala noche, tarde y con ganas de aullar como un vampiro bajo el sol, el tipo se amanece entusiasmado, juguetón, lleno de propuestas. Eso sí, duro. Hay que saber aprovechar al mañanista porque puede valer la pena.

El martillo neumático
También llamado conejito Duracel. Tiene una sola velocidad. Como un motor que trabaja siempre a fondo. No tiene cambios. Te bombea sin piedad y a todo fuego. No conoce los matices, los increcendos, las mesetas, los paroxismos, la calma que precede a la tormenta. Es veloz y eficaz. Alguien lo convenció de que coge bien y no hay forma de hacerlo salir de ese apuro del que está orgulloso. Mejor apretar stop y dejarlo que él siga en su fast forward.

El original (si vale la idea) acá y acá.

19.9.08

7 + 6 = 13

Detienen por exhibicionismo a 7 travestis y a 6 "novios"
Hacían una fiesta de alcohol y sexo en el patio de una vivienda del barrio La Merced y los denunciaron.


Cuatro de ellos estaban teniendo relaciones a cielo abierto, mientras los demás les hacían ronda y aplaudían.

Un grupo de 13 desaforados sujetos, siete de los cuales se hallaban disfrazados de mujeres y son conocidos travestis que ejercen la prostitución en General Enrique Mosconi, fueron detenidos en la mañana del lunes 15, cuando protagonizaban una desenfrenada orgía en el fondo de una vivienda precaria del barrio La Merced, en la zona norte de la localidad.

Era tal el griterío y el volumen de la música que tenían los participantes de la fiesta, que la mayoría de los vecinos, incluso los niños, salieron de sus casas -eran cerca de las 8.30 y el sol alumbraba a pleno- y observaron el deprimente espectáculo: dos "hombres" mantenían relaciones sexuales con otros tantos travestis, mientras los restantes, les hacían palmas y danzaban a su alrededor.

Las llamadas cayeron con efecto cascada en la Comisaría 41, de parte de los vecinos indignados, en su mayoría profesantes del culto católico y que habían adornado sus viviendas con las enseñas blanquiamarillas del Estado Vaticano, en honor a los patronos de Salta, el Señor y la Virgen del Milagro, cuya procesión principal se iba a realizar ( y se realizó) ese mismo día por la tarde en la capital provincial.

Rápidamente el titular de la dependencia, Oscar Liendro, se movilizó junto a un contingente hasta el lugar de los acontecimientos y comprobaron -atónitos- la veracidad de las denuncias telefónicas.

"Eran totalmente ciertas y no había exageraciones: cuando arribamos a la vivienda no tuvimos problemas para observar que dos travestis de esta localidad, conocidos como "La Ivonne" y "La Tatiana", estaban manteniendo relaciones sexuales a cielo abierto con dos sujetos que estaban fuera de control, al igual que el resto", dijo el oficial.

Todos los participantes de la orgía fueron detenidos, además de la dueña de la casa donde se produjeron los sucesos, identificada como Norma Mamaní, quien les alquilaba el lugar como casa de juerga y les vendía bebidas alcohólicas, aunque sin tener permiso para comercializar estos productos.

De acuerdo se pudo establecer, los homosexuales y sus ocasionales "novios" se habían encontrado en la noche anterior en una bailanta conocida como "El Patio de la Coya", donde estuvieron celebrando hasta las cinco de la madrugada, luego de lo cual y ante el cierre del boliche, decidieron trasladarse hacia la casa de Mamaní, que funciona como "caidero" habitual de los prostitutos.

Cuando los uniformados se hicieron presentes, numerosos residentes se habían agolpado en el área para esperarlos, ya que los "enfiestados" no cesaban en su accionar, pese a los gritos e insultos que se les habían lanzado, tal era su grado de intoxicación alcohólica.

Los transgresores, fueron conducidos hasta la sede de la Comisaría 41 bajo el cargo de exhibicionismo impúdico, pero recuperaron su libertad poco más tarde -cuando recuperaron la sobriedad-, ya que la ley califica tal tipo de actos como una contravención y no como un delito.

Los participantes

La policía informó que los travestis detenidos reconocen como líder del grupo a un sujeto oriundo de Buenos Aires, de 35 años, identificado como Jesús Deolindo Ponce, pero cuyo alias es "La Ivonne".

Los otros son Antonio José Rojas "Vanesa Vampiresa", de Coronel Cornejo; Luis Javier Campos "Luciana Salazar", de Tartagal; Jorge Francisco Salcedo "La Turca de Fuego", de Tartagal; Fabián Arturo Salinas "Gaby, la Tragona", de General Mosconi; Oscar Argentino Benítez, "Gisela", de General Mosconi; y Germán Roberto Espinoza, "La Tatiana", de Tartagal,

No fueron proporcionados los nombres de los "novios" ya que, según explicó el comisario Liendro, se trata de personas conocidas, padres de familia y trabajadores.

"La única manera de justificar lo que estaban haciendo, especialmente aquellos que fueron sorprendidos manteniendo relaciones sexuales con "La Ivonne" y "La Tatiana", es pensando en que el alcohol los enloqueció", dijo el jefe policial.

Indignación vecinal

Los vecinos de la calle Catamarca del barrio La Merced no podían disimular su enojo con lo sucedido. "Siempre hacen fiestas en la casa de Norma Mamaní y concurren estos tipos disfrazados de mujeres, pero nunca habían llegado a tanto.

Todos hacíamos la vista gorda porque si bien sabíamos que adentro bebían hasta más no poder, nunca se habían pasado de la raya como ayer en la mañana y justo para el día del Señor y la Virgen del Milagro", comentó uno de los residentes que llamaron a la policía.

Los prófugos

Cuando llegó la policía al lugar de la orgía, algunos sujetos huyeron saltando la tapia de madera de la vivienda donde se realizaba.

Los policías que participaron del operativo, no podían salir de su asombro por el espectáculo que les toco observar.

Los vecinos de Norma Mamaní la dueña de la casilla donde se desarrolló la orgía, dijeron que los travestis le llaman al lugar "El Palacio del Placer".

(El Tribuno de Salta, versión online)

12.9.08

¿Alguien puede pasar por acá y firmar, o dejar un comentario, como esta chiquita que firmó y comentó en un Metro Flog? ¿Es mucho pedir, la concha de su madre?



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pasate

9.9.08

Sergio Bizzio, "Lloraría"



Por el vasto territorio de la manija, marchemos!
¡Por los radios de lo que es liso, por la espiral
de los que no serán hombres ni aunque los castren,
marchemos, marcianos!

¡…!

¿La verdad?
No quiero escribir más.
(No vivo).

¡Lo bien que haría!

¿Pasarme el día encerrado
escribiendo,
riéndome de a ratos como un loco,
encerrado como un loco,
solo como un loco?

¡Si me va tan bien cada vez que salgo!

La gente es feliz “por momentos”
y con “pequeñas cosas cotidianas”.
¿No es para llorar?
Les das algo y te agradecen,
les das más y hacen silencio.
El mismo desconcierto
siento yo
cuando pienso
en el tiempo
que pasé
escribiendo.

¡Y lo poco que guarda uno!
¿Ven esa montaña?
Es lo que escribí.
Al pie de la montaña hay un hombre.
Soy yo. Es lo único que queda.

Y eso que yo era un niño quemado por el cielo
(¡marchemos!),
brillante de vanidad…

(No es para llorar
pero lloraría).

Lloraría por el tiempo que pasé escribiendo.
A los gritos,
cubriéndome la cara,
en medio del living,
en tu baño,
en un baño cualquiera,
en el asiento reclinado del auto de un amigo
-si es que se acuerda de mí,
si es que me lleva-
lloraría,
lloraría como un hongo,
como un remo,
como un vidrio.

Lloraría acostado,
dormido,
pálido,
inactivo.
Pero me levanto y escribo.
Pongo un pie en el suelo y voy y escribo.

La gente sale a buscar trabajo,
a comer,
a bailar,
a gastar,
a ver un eclipse mientras yo escribo.
Mi hijo juega solo mientras escribo.
Mientras escribo se encuentran los amigos,
se hacen negocios,
política,
dinero,
sexo,
trampas,
guerras,
matrimonios,
puentes,
atentados,
juicios,
“relaciones”.
¿Qué es lo que no se hace mientras escribo?
¿Qué es lo que se hace
aparte de no escribir?

Lloraría
y lloraría
y lloraría, cómo que no.
Lloraría por lo que perdí
(¿vos no?)
pero más por lo que evité.
¿Por qué lo perdí, por qué lo evité?
¿Qué estaba haciendo?
¡Escribía!

Ahora mismo, en lugar de llorar, escribo.
Pero llorar no es lo mismo que llorar.
(¡Ya ni escribir es lo mismo que escribir!)
Escribo en lugar de cualquier otra cosa.
Escribo en lugar de todo
menos de…

También voy a comprar pescado para la cena.
El vendedor pone los filetes en una bolsita de nylon y,
mientras la hace girar en sus manos enguantadas,
me pregunta si quiero algo más –“¿Algo más?”-,
lo pregunta tan amablemente que lloraría.

¡Eh, no!
Sí, también.
También lloraría por eso.
Lloraría por las palabras compuestas
-superhéroe, ciberespacio-
¿cómo no voy a llorar por la amabilidad?

Lloraría cuando bebo (pero no lloro).
Descorcho una botella “con frialdad calculada”,
es cierto, pero cualquier otra cosa que diga
sería exagerar.
Qué feo es no ver, no saber
¡y encima exagerar y no beber!

—¿Por qué te vas?
—¿Holá?
—¿Por qué?
—¿Por qué qué?
—¿Por qué te vas?
—Porque no como desde temprano: estoy muerta de
hambre.
—¿Me cortás para ir a comer con otro?
—¡Voy a comer con una amiga!
(Siempre hay una china
en la gran llanura de la excusa).

¿Lloraría?
Y, sí.
Lloraría por la que está,
por la que no está,
por la que estuvo,
por el que fui cuando estuvo y por el que no seré con la
que no estará.

¡Marchemos!

¿Llueve?
Llovizna.
Lloraría.

Me hace llorar la luz,
pero igual lloraría.
Lloraría siempre, pero también a veces.
¡Qué lastima me da!
Matan a un joven y veo una foto de su madre llorando.
Lloraría con ella.
Un chico me pide una moneda.
Lloraría.
Una anciana cruza la avenida con pasitos de hormiga.
Lloraría.

Leo la frase “un provocador de la política posmoderna” y
lloraría.
Lloraría cuando leo que “una invasión de bibliotecarios
disparó las ventas”.
Lloraría cuando leo en el diario el título “tres para soñar”,
o “una mirada sin prejuicios”, o “el destino de occidente”.

Cuando se apuesta a la claridad o a la oscuridad,
cuando es diferente pero igual
también:
lloraría.

¿Te agredo?
Lloraría.
¿Te hago falta?
Lloraría.
¿Llorás?
Lloraría.
¿Me querés?
Sí, te juro: lloraría.

-Papi ¿los bebés piensan?
(Digo que sí con la cabeza).
-¿Y entonces por qué ese bebé llora en vez de pensar?

¿Lloraría de qué?
¿De tristeza, de furia, de amor, de arisco, de miedo, de
enfermo, de genio, de vivo, de muerto, helado y ardiente,
rabiosamente,
verdaderamente,
lloraría mentalmente?

¿Y con qué?
¿Con los ojos, el alma, los dedos, el paso, la obra, la voz,
la ropa, con qué
marcharía?

¿Y por qué?
¿Y por qué, si escribo, lloraría?
¿Y si ya no escribo?

¿Y si son los otros los que no escriben más?
No quiero que ella sea algún día una señora
que de joven publicó una novela.
¡No!
Quiero que sepa, que sienta, que siga.
(Saber, sensibilidad y continuidad).
Pero si yo no estoy
no está mi fe.
¿Y quién es ella?
¡No sé, qué se yo, la Mujer!
¿Lloraría?

Ay, mi Dios, qué difícil: a veces, sin quererlo…

Noto, por ejemplo, que no considero
llorar de risa (de la risa)
ni reirme de dolor o de tristeza.
¿Por qué? ¡Porque no!
¿Qué tiene la tristeza que dé risa?
No sé los otros, pero yo no me reiría de la tristeza
y mucho menos hasta llorar.
¿Me reiría de un hombre que medita?
No. Y tampoco de quien descree de lo que piensa.
(Todo lo contrario: si tuviera manos aplaudiría).
Puedo reirme de mi tristeza, de mis aplausos, pero no de la
tristeza de los demás.
(aunque sí de sus aplausos).
Supongo que eso es algo que “no se me da”,
de la misma forma en que no se me da la esgrima.
Si se me diera lloraría.
Lloraría por las cosas que se me dan.
Lloraría por las cosas que no se les dan a los demás:
talento y alimento, principalmente.
Lloraría (de emoción, esta vez) por el talento,
pero también por las zanjas, los atajos y la interminable
espiral de lo menor.

El otro día, sin ir más lejos, una chica, en la calle, me
preguntó:
-¿Vos no sos Bizzio?
Dije que no con la cabeza y terminé en su casa.
Me había leído bien, pero yo fumé y me fui: empezó
a hablar de cine.
Todos los enemigos del arte están en la Industria, dijo.
¿Lloraría por un vendedor de penicilina adulterada?
¿Y por la chica chica que buscaba impresionarme?
Pienso en ella y lloraría:
se desprendió un botón de la camisa,
mi lectora con ojos de almendra bañada en miel
se desprendió un botón de la camisa y dijo, dijo, dijo.
Yo escuchaba lo que ella misma no oía.

Lloraría por los que suben el sonido y enseguida lo bajan.
Lloraría por la gente que ve tres globos y una luz y va.
Lloraría por los que creen que lo que molesta es la ropa.

Es peor estrellarse contra la nada que contra el dolor.
De eso no hay duda.
Así que lloraría por la timidez del tímido,
pero también por la ilusión del iluso.
Lloraría por los que tienen miedo.
Yo mismo tengo miedo.

“No pensé (pensé, pero no sirvió),
“no escribí (escribí, pero me esforcé),
“no amé (amé, pero aquí estoy),
“no fui siempre justo, ni honesto, ni bueno, ni responsable, y ni hablar de cosas como la tolerancia o la humildad”.
¡Lloraría!

¿Lloro?
Quién sabe…

Lloraría, pero escribo.
La pregunta “¿Por qué escribir?” se ha mejorado a sí
misma en su doblez:
“¿Por qué volver a escribir?”

—Volvé, volvé, por favor, vení…

Son las tres de la mañana
aunque el reloj indica que es mucho más…
Amanece.
Escribí.
No lloré.
Y con la misma suficiencia,
con la misma dudosa soberbia,
amigos (chicos),
amanece.


(Publicado en Nación Apache)

4.9.08

El final de un poema que se llama "Torcazas", es de Gelman y me llegó desde lejos.


(...)
La emoción entre mi vida y
la conciencia de mi vida
es una continuidad que no
me pertenece. Agradezco
el saltito del pájaro en la rama
que abriga cuando
el cuarto que abandono navega
en sales, brumas, el espanto y
mi pecho metido en el polvo.
y yo al revés.