19.7.06

Qué corto se me hace el viaje

En realidad es el frío lo que me hace medir o no el tiempo
a mí y a todos los que venimos de los costados
a todos los que podemos dejar correr un río chato
durante cuatro o cinco horas
seguidas
sin siquiera mover un lado de la boca.
En este pedazo de humedad todo está lleno de boliches y de mesitas ratoneras
con velas que se apagan y se prenden gracias a un batallón de mozas
pero en el lugar desde pienso todo es mucho más simple.
Muy simple.
Puedo tirarme sobre un sillón de mimbre, toda una tarde
puedo tirarme sobre un colchón abandonado en el suelo, toda una noche
sin necesidad de armar una cama para que lo sostenga
sin tampoco
necesidad de vestirlo con sábanas o frazadas de casas viejas.

Hay una música gravísima que suena en el aire
hay algo que todavía no termino de nombrar y que persiste en el tiempo
lento
en el frío que lastima la nariz y el fondo de la garganta a la madrugada
en las bufandas enroscadas bajo las orejas
en el acto reflejo de desvestirse el pecho cuando se entra a un lugar templado.
Hay cosas en las ramas flacas de los árboles
en ese lugar desde donde pienso
que me permiten actualizar el vacío filoso del invierno
vacío que es incesante, y que por supuesto no se calma nunca.
Ni con el sol.

Hay un hogar prendido todo el tiempo con madera de álamo
hay personas que sonríen con el viento cuando les pega en la frente.

Hay personas que hasta pueden bajarse de un auto y romper la puerta
al cerrarla
o llorar a escondidas, mientras trabajan
sin la obligación de explicarle nada a nadie.

Acá
o allá
desde donde pienso con el dolor de la boca del estómago
puede haber alguien que camine por el medio de la calle
escuchando música y cantando mal
avanzando con pasos cortos
alternando pisadas o pequeños saltos y mirándose
las puntas de los zapatos
despidiendo humo por la nariz al respirar y sin saber que otros
como yo
puede estar mirando.
Puede haber alguien que produzca sombras en el asfalto
alguien que camine metódicamente las mismas cuadras por placer
alguien que todavía anote garabatos en los vidrios transpirados.

No sé qué es lo que me pasa pero ahora
todos los parpadeos se me renuevan.
No es que todas las veces sean siempre las mismas
sino que a cada rato algo que desconozco se me mete más
adentro
No sé qué tiene este lugar desde donde pienso pero es como alguien
que camina
hacia mí
por el centro de la calle
desde lejos
y cantando.
Es como abrazarse, bien fuerte, con mucha ropa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Corta la vuelta o la ida??????
le vienen bien los viajes lo hacen pensar Don Diego... cosa que parece no hace el resto del año..
abrazossss
coNi