Llegué al bar de la galería Jardín (hermoso sitio para comenzar con esto) y allí estaban los primeros en llegar, Funes, Oyola, Levin y novias, junto al Chimango y un par de cervezas. Los chicos, en el viaje, tuvieron que parar en Brown para después cambiarse de colectivo y desde allí viajar a Bahía Blanca, en vez de cortar derecho por el desierto. Pero poco les importó, porque se adaptaron a las primeras brisas de la ciudad con una tranquilidad envidiable.
A eso de las siete caminamos hasta la casa tomada que oficiará de recepción del evento, Arpillera Cultural. Tocamos la puerta. Recién entonces, desde la vereda, asistimos al comienzo de los Villancicos: en vez de recibir la invitación a pasar de la señora encargada del lugar, nos recibió un viejito hecho mierda, camisa abierta y pecho desvencijado, que tenía cara de un largo, larguísimo sueño de siesta.
Todos: nos miramos.
Luego procedimos a reconocer el terreno de juego: lamparitas quemadas a reemplazar, asientos rotos que sobran, escaleras y sonido, empanadas y porcentajes de las birras. Descubrimos que Arpillera tiene un primer piso con invernadero, donde seguro fermentaremos el sábado. También descubrimos un baño abierto, un par de zapatillas de tenis por ahí tiradas, y antes de retirarnos, lo mejorcito: una cortina de tela blanca que tapaba a nuestro viejito que, después de abrirnos la puerta, volvió a dormir sobre un catre –mientras nosotros gritábamos la organización– igual de hecho mierda, con camisa abierta, y el pecho desvencijado.
Hoy a la tarde descubrimos que el 30 de diciembre –exacto, una fiesta para el 30 de diciembre– vamos a recibir a muchas más personas que lo que aguanta el lugar, con luces, telas de arpillera y bandas. Sólo nos faltarían las bengalas.
Los villancicos ya empezaron. Brindo por ello.
1 comentario:
[quote] (titi dijo...) lamparitas quemadas a reemplazar, asientos rotos que sobran, escaleras y sonido, empanadas y porcentajes de las birras [/quote]
digamos que tiene la belleza de esos lugares inaccesibles, que mientras la vida transcurre afuera, con el cajón de las medias y de la ropa interior ordenado y perfumado, de las camisas planchadas, el suavizante y de los modales correctos; ésto siempre está, como testigo de la rotación esférica: el rinconcito sucio, mugriento, imposible de la esquina de los escalones de una escalera casera, el zócalo de los peldaños de tu casa, la que no se alcanza a limpiar, lo que no se alcanza a ver, lo que se nota, pero no se percibe... pero que sin eso, no hay escalera.
Es lo que se me vino a la cabeza, debe ser como el rincón de los escalones, la parte de sombra visual que es testigo de los pasos.
Instrucciones generales: Cantensén muchos villancicos, Vigna. Rieguen con mosto lupulado. Terminen tal como el pecho del viejo. Revienten el año, literatos.
Feliz bienvenida de año impar: éxitos!
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