"Aparte de abrazarla, y si ya la intimidad de los dos hubiera dado para estar desnudos, él, acostado de espaldas sobre la cama, sintiendo junto con ella, a la par de ella, la misma tristeza de las cosas que se van y se disuelven, tal vez el mismo rencor por escenas ya imposibles de borrar, le habría dicho a ella que así, desnuda, se subiera lentamente sobre él y después llorara sobre su pecho, apoyando la cara sobre su pecho, para que se descargara un poco sobre su piel de esa historia que él no conocía demasiado, sumidos los dos -aunque de modo muy distinto- en la tristeza. Al compartirla tal vez lograran que se gastara un poco, que algo se regenerara, que una fuerza extraña -la que los unía, la que hacía tan importantes aquellas llamadas de una ciudad a otra- equilibrara a su propio modo elusivo y profundo el efecto del tiempo que pasa, de las cosas que quedaban atrás y que ya era imposible modificar en su propio desequilibrio cerrado y completo de entregas y cobardías, de apuestas y renuncios."
Fragmento de "El sol y el hielo", cuento de Elvio Gandolfo publicado en Cuando Lidia vivía se quería morir, Perfil Libros, 1998.
Fragmento de "El sol y el hielo", cuento de Elvio Gandolfo publicado en Cuando Lidia vivía se quería morir, Perfil Libros, 1998.
1 comentario:
qué pena que no se lo dijo...
Publicar un comentario