"Si aplastamos una mandarina hasta las últimas consecuencias, vamos a quedar sosteniendo un manojo de piel y semillas resbalosas, todo lo demás habrá caído entre los dedos dejando una melaza invisible y un olor a primavera en pleno invierno. Pero sabemos que si dios existe, trabaja empaquetando mandarinas en otoño. Cada gota de jugo queda abrazada a una piel transparente y tan fina que, a su lado, los bebés parecen forrados en lija. Las gotas envueltas se pegan a otras –también envueltas– formando tres pares de filas y algunas veces cuatro, que agrupadas acaban convirtiéndose en un gajo.
Se entiende que un gajo es a las frutas lo que un dedo es a las manos, lo que una palabra a una canción sin rima. Una vez abiertos y puestos a contraluz, evidencian la transparencia misma que, como toda transparencia, es un enigma.
Cada mandarina tiene entre diez y trece gajos cosidos al centro por un delgado hilo blanco que las une igual que a las mangas de una camiseta, a los elásticos de un corpiño o a las páginas de un libro. Al comerla se experimenta propiamente la lujuria, porque la mandarina es –tal vez– la fruta más femenina por nombre y estructura gajal.
Y por último, lo primero: la cáscara. Esta vez hay que decirlo, la superficie de las mandarinas obedece al pensamiento religioso que manda a desoír la información que los ojos capturan: lasmás hermosas no son las mejores. El instinto canino será así otra vez fundamental para poder elegir. A oler entonces, como los perros; y a morder sin pensárselo dos veces, porque el prejuicioes mal camino y mal canino también."
Este es el primer relato del libro Mandarinas de abril, de Mariano Barbieri. Un libro recién arrancado de su árbol, con un trabajo de texto e imagen (y texturas) muy lindo, muy cuidado. Se puede acceder al libro desde: www.mandarinasenabril.com.ar, y a su vez será presentado durante la Feria del Libro de Córdoba 2010, donde habrá 200 ejemplares a la venta. Ejemplares fabricados en forma artesanal, como no podía ser de otra manera para un libro así. Salute.
Se entiende que un gajo es a las frutas lo que un dedo es a las manos, lo que una palabra a una canción sin rima. Una vez abiertos y puestos a contraluz, evidencian la transparencia misma que, como toda transparencia, es un enigma.
Cada mandarina tiene entre diez y trece gajos cosidos al centro por un delgado hilo blanco que las une igual que a las mangas de una camiseta, a los elásticos de un corpiño o a las páginas de un libro. Al comerla se experimenta propiamente la lujuria, porque la mandarina es –tal vez– la fruta más femenina por nombre y estructura gajal.
Y por último, lo primero: la cáscara. Esta vez hay que decirlo, la superficie de las mandarinas obedece al pensamiento religioso que manda a desoír la información que los ojos capturan: lasmás hermosas no son las mejores. El instinto canino será así otra vez fundamental para poder elegir. A oler entonces, como los perros; y a morder sin pensárselo dos veces, porque el prejuicioes mal camino y mal canino también."
Este es el primer relato del libro Mandarinas de abril, de Mariano Barbieri. Un libro recién arrancado de su árbol, con un trabajo de texto e imagen (y texturas) muy lindo, muy cuidado. Se puede acceder al libro desde: www.mandarinasenabril.com.ar, y a su vez será presentado durante la Feria del Libro de Córdoba 2010, donde habrá 200 ejemplares a la venta. Ejemplares fabricados en forma artesanal, como no podía ser de otra manera para un libro así. Salute.
1 comentario:
Gracias pana por el aguantazo.
Abrazo de gol
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