28.2.11
25.2.11
"El que no se entrena, conmigo no juega"
El 13 de abril de 2010 se me ocurrió escribir un post sobre las diferencias notables entre la manera en que se comporta Martín Palermo y las maneras que pone en práctica Juan Román Riquelme, dentro y fuera de una cancha de fútbol. El texto está acá.
En los pocos comentarios que se sucedieron había de todo: se generó un pequeño intercambio sobre las dos campanas del asunto, todos rumores periodísticos o no que le ponían un porotito a uno, luego otro porotito a otro, y así. En mi caso, hablé de la conducta perversa de Riquelme, algo de lo que en ese momento estaba convencido, y luego el amigo Barnes habló de las mugres de Palermo, que sin duda las debe tener, y de la capacidad de Riquelme de no tranzar con algunos sectores de presión, hecho que a su criterio produce distintos ataques en su contra (ataques de distinta naturaleza).
Hoy, casi un año después, se me ocurrió revisar ese texto por lo que pasó con Riquelme en los últimos días: hoy la noticia de los diarios y noticieros deportivos indica que Falcioni, entrenador de Boca desde hace un mes, borró a Riquelme, después de que el enganche se recuperara de su última lesión.
Hay un aire de injusticia, soberbia y capricho que sobrevuela a Falcioni en su decisión: la dirección más clara que han tomado los medios, habla de una situación histórica, en la que un entrenador de Boca sentó jurisprudencia al prescindir del ídolo boquense aun cuando éste ya no arrastra lesiones ni complicaciones físicas. Pero no, esto no es así. Esto es un eslabón de la cadena de siempre, y ojalá aparezcan los mismos amigos-conocidos-desconocidos que opinaron en el post antes mencionado, para seguirla por acá.
Riquelme dejó de jugar en Boca hace ya ocho meses. Tuvo una lesión que en su momento no parecía tan seria pero que terminó relegándolo de la cancha por un semestre completo. Durante toda la segunda mitad de 2010, Riquelme no jugó un minuto. Antes, durante las vacaciones de invierno, se dedicó a poner en primer plano la finalización inminente de su contrato laboral con el club. Luego, como se sabe, no jugó porque tuvo que dedicarse a la recuperación, hasta el final del año.
En ese tiempo de vacaciones de invierno, la noticia grande de los medios era la bisagra que se avecinaba para los históricos ídolos boquenses: se preveía una posible renovación absoluta del plantel, ya que los históricos estaban en situación de continuidad o alejamiento. Los dirigentes decidieron prescindir de Hugo Ibarra, lateral por derecha que dejó de rendir dentro de la cancha mucho tiempo antes de su ida. Amigo íntimo de Riquelme, Ibarra alzó la voz cuando se tuvo que ir y habló de injusticias, de maltratos, de falta de agradecimiento. Riquelme también alzó la voz: de hecho casi vuelve Ibarra, pero ya era insostenible la relación entre el jugador y el club. Luego le tocó a Palermo: qué hacer con el viejo (ya mundialista, ya goleador en la historia estadística de los mundiales) que tanto le dio al club con sus goles pero que se encuentra en la curva descendente de su carrera. Bien: se le ofreció un contrato, y arregló de inmediato. Tema Palermo solucionado. pero restaba el contrato de Riquelme, que fue, como saben los que siguen el fútbol, la novela del año en el mundo Boca, junto a la labor de Bianchi como manager. Riquelme pidió un contrato por cuatro años, y algunas cuestiones más, y todo, gracias a su nueva cintura mediática (recordemos que Riquelme, antes de partir a Europa, no abría la boca más que para alimentarse: allí, en el submarino amarillo, en instancias de Champions League, le obligaron a dar testimonios a la prensa toda vez que fuera necesario, y así fue puliendo su falsa timidez hasta formarse en el arte de la oratoria: hoy cosecha su siembra), terminó en una pintura que mostraba, de a manchones, a unos dirigentes perversos que supuestamente querían desgastar al astro y su representante para que bajara un poco su copete, y a un astro del club, ya en la curva descendente de su carrera, con una sola intención: la de siempre: jugar a la pelota, y tratar de hacer felices a los hinchas de Boca.
Riquelme, después de un millón de vueltas, arregló su contrato. Luego se supo que no podría jugar por todo el semestre. Luego, sobre el final del año, se comunicó la ejecución clásica de Riquelme para quedar bien parado con los que sienten admiración por él: hizo la de siempre, con algo que ya tiene solucionado desde hace rato. Usó su dinero para curar los pequeños agujeritos de los corazones que no tienen dinero, y en cambio piden amor futbolístico.
Riquelme decidió, a fin de año, donar su sueldo al club: los sueldos de todo el semestre.
Faaa, deben haber dicho muchos: seis sueldos de Riquelme debe ser mucha plata. Se nota que quiere a la gente de Boca, y al club.
Cuando terminó el año, y cuando Riquelme parecía acercarse a su regreso, los dirigentes contrataron a Julio Falcioni. En los partidos de verano se anunció el regreso de Riquelme, pero no: no estaba listo. Iba a jugar contra River pero no, no llegó. Boca rindió bien: fue el mejor equipo del verano. Luego, llegaba el comienzo del torneo: por fin Riquelme, al que cuidaron durante ocho meses, se volvería a poner la camiseta de Boca, luego de haber, recordemos, renovado su contrato.
Boca perdió por goleada con Godoy Cruz en la Bombonera, y Riquelme, llamativamente, se volvió a lesionar.
Luego del partido siguiente, con mi Racing Club de Avellaneda, partido en el que Boca ganó con los justo pero ganó, todo pareció indicar que el astro estaba listo para regresar. El termómetro de la situación, como en todo el año pasado, fue él mismo: hace rato que es él quien abre la boca para decir lo-que-va-a-pasar en el mundo Boca; en su momento Boca perdía a Riquelme porque él se decía cansado, en su momento Boca perdió a Riquelme un semestre porque él decía estar recuperándose, y hace diez días Boca no pudo tener a Riquelme en cancha frente a Racing porque él, frente a los micrófonos, avisó a jugadores, entrenadores, dirigentes e hinchas que "no llegaba". Cinco días después dijo llegar.
Falcioni, pese a todo, lo incluyó entre los suplentes, a comienzos de esta semana. Riquelme se sorprendió, estrujó la pechera naranja con su mano izquierda, jugó, hizo un gol, lo gritó (como nunca antes en un entrenamiento cotidiano) y miró directamente al entrenador. Para el segundo tiempo, Riquelme formó parte del equipo titular.
Qué bueno: los códigos del astro habían vuelto a dar el ejemplo: él juego al fútbol, quiere hacer feliz al hincha de Boca, quiere jugar: por todas esas razones, las de siempre, se comportó como se comportó y volvió a la normalidad. Había vuelto, luego de mostrar las uñas, al mediocampo del equipo titular.
Ayer por la mañana Julio Falcioni decidió prescindir de Riquelme y de Walter Erviti, las dos plumas boquenses, para el partido contra All Boys. Riquelme ni siquiera va al banco. El mundo Boca estalló, el mundo del deporte argentino estalló, el mundo del periodismo deportivo estalló. Es un momento histórico, aunque otra vez, por enésima vez, Riquelme fue el perjudicado sin que nadie lo entienda, porque como él dijo: está en un 100 por 100 físicamente.
Si Riquelme está bien, ¿cómo puede ser que no esté dentro de la cancha? ¿Herejía?
Histórico.
Falcioni salió a hablar. Dijo que Riquelme tenía que seguir trabajando. Que optó por el sistema táctico con el que Boca fue el mejor del verano. ¿Es esa la razón por la que lo sacó del equipo? No. La razón se deduce sola. Los jugadores son todos iguales. Son, aunque no les guste por el brillo de las cámaras, elementos con los que cuenta un entrenador para hacer un equipo. El periodismo dijo: "Se ve que a Falcioni, además de la cuestión física, le gustan otras cosas."
Riquelme también salió a hablar: dio una entrevista a sus amigos de TyC y dijo que se encuentra perfecto, que para los suplentes jugó fenómeno, que no entiende por qué ni siquiera va a l banco, que lo único que quiere es hacer feliz al hincha de Boca, que ama jugar al fútbol, y que por eso no entiende que lo manden a correr por el perímetro de la cancha. Dijo que él no habla con el entrenador, que no tiene por qué hablar con él. Que él sabrá lo que hace. Que ayer no le dio la chance de demostrarle DENTRO DE LA CANCHA que está equivocado. Que no le gusta para nada quedar afuera del equipo. Y cuando le preguntaron sobre su futuro en el club, si se pensaba quedar, respondió: "Y, si no me echan...".
Dijo, por último, que tiene un contrato largo. Y que NO HAY QUE DARLE TANTAS VUELTAS. Él está impecable, y no lo dejan jugar. Porque, dijo, "hace mucho tiempo que hay gente que quiere hacerle daño".
Los perversos prescinden del diálogo que vale la pena, porque para qué: para qué hablar con cosas. El perverso-narcisista (una pequeña variante) no dialoga en el momento que más tiene que dialogar, porque no necesita escuchar más que su propia voz. Las otras voces son sólo una bijouterie.
Juan Román Riquelme fue un magnífico jugador de fútbol que siempre supo compensar su endeble estado físico con una técnica sobrenatural. Siempre supo compensar su renuencia al entrenamiento intensivo con un talento expansivo, un toque maravilloso, una capacidad casi única para abrir posibilidades de juego.
Hoy Juan Román Riquelme es el perverso más famoso del fútbol argentino, un manipulador exquisito que, aunque no pueda verlo (el perverso, también, se va encegueciendo paulatinamente), está por llegar a su límite. Hoy Riquelme patea sólo con la lengua, y esto será suficiente sólo por un tiempito más.
Mientras tanto, el burro Palermo entrena, juega y anota.
En los pocos comentarios que se sucedieron había de todo: se generó un pequeño intercambio sobre las dos campanas del asunto, todos rumores periodísticos o no que le ponían un porotito a uno, luego otro porotito a otro, y así. En mi caso, hablé de la conducta perversa de Riquelme, algo de lo que en ese momento estaba convencido, y luego el amigo Barnes habló de las mugres de Palermo, que sin duda las debe tener, y de la capacidad de Riquelme de no tranzar con algunos sectores de presión, hecho que a su criterio produce distintos ataques en su contra (ataques de distinta naturaleza).
Hoy, casi un año después, se me ocurrió revisar ese texto por lo que pasó con Riquelme en los últimos días: hoy la noticia de los diarios y noticieros deportivos indica que Falcioni, entrenador de Boca desde hace un mes, borró a Riquelme, después de que el enganche se recuperara de su última lesión.
Hay un aire de injusticia, soberbia y capricho que sobrevuela a Falcioni en su decisión: la dirección más clara que han tomado los medios, habla de una situación histórica, en la que un entrenador de Boca sentó jurisprudencia al prescindir del ídolo boquense aun cuando éste ya no arrastra lesiones ni complicaciones físicas. Pero no, esto no es así. Esto es un eslabón de la cadena de siempre, y ojalá aparezcan los mismos amigos-conocidos-desconocidos que opinaron en el post antes mencionado, para seguirla por acá.
Riquelme dejó de jugar en Boca hace ya ocho meses. Tuvo una lesión que en su momento no parecía tan seria pero que terminó relegándolo de la cancha por un semestre completo. Durante toda la segunda mitad de 2010, Riquelme no jugó un minuto. Antes, durante las vacaciones de invierno, se dedicó a poner en primer plano la finalización inminente de su contrato laboral con el club. Luego, como se sabe, no jugó porque tuvo que dedicarse a la recuperación, hasta el final del año.
En ese tiempo de vacaciones de invierno, la noticia grande de los medios era la bisagra que se avecinaba para los históricos ídolos boquenses: se preveía una posible renovación absoluta del plantel, ya que los históricos estaban en situación de continuidad o alejamiento. Los dirigentes decidieron prescindir de Hugo Ibarra, lateral por derecha que dejó de rendir dentro de la cancha mucho tiempo antes de su ida. Amigo íntimo de Riquelme, Ibarra alzó la voz cuando se tuvo que ir y habló de injusticias, de maltratos, de falta de agradecimiento. Riquelme también alzó la voz: de hecho casi vuelve Ibarra, pero ya era insostenible la relación entre el jugador y el club. Luego le tocó a Palermo: qué hacer con el viejo (ya mundialista, ya goleador en la historia estadística de los mundiales) que tanto le dio al club con sus goles pero que se encuentra en la curva descendente de su carrera. Bien: se le ofreció un contrato, y arregló de inmediato. Tema Palermo solucionado. pero restaba el contrato de Riquelme, que fue, como saben los que siguen el fútbol, la novela del año en el mundo Boca, junto a la labor de Bianchi como manager. Riquelme pidió un contrato por cuatro años, y algunas cuestiones más, y todo, gracias a su nueva cintura mediática (recordemos que Riquelme, antes de partir a Europa, no abría la boca más que para alimentarse: allí, en el submarino amarillo, en instancias de Champions League, le obligaron a dar testimonios a la prensa toda vez que fuera necesario, y así fue puliendo su falsa timidez hasta formarse en el arte de la oratoria: hoy cosecha su siembra), terminó en una pintura que mostraba, de a manchones, a unos dirigentes perversos que supuestamente querían desgastar al astro y su representante para que bajara un poco su copete, y a un astro del club, ya en la curva descendente de su carrera, con una sola intención: la de siempre: jugar a la pelota, y tratar de hacer felices a los hinchas de Boca.
Riquelme, después de un millón de vueltas, arregló su contrato. Luego se supo que no podría jugar por todo el semestre. Luego, sobre el final del año, se comunicó la ejecución clásica de Riquelme para quedar bien parado con los que sienten admiración por él: hizo la de siempre, con algo que ya tiene solucionado desde hace rato. Usó su dinero para curar los pequeños agujeritos de los corazones que no tienen dinero, y en cambio piden amor futbolístico.
Riquelme decidió, a fin de año, donar su sueldo al club: los sueldos de todo el semestre.
Faaa, deben haber dicho muchos: seis sueldos de Riquelme debe ser mucha plata. Se nota que quiere a la gente de Boca, y al club.
Cuando terminó el año, y cuando Riquelme parecía acercarse a su regreso, los dirigentes contrataron a Julio Falcioni. En los partidos de verano se anunció el regreso de Riquelme, pero no: no estaba listo. Iba a jugar contra River pero no, no llegó. Boca rindió bien: fue el mejor equipo del verano. Luego, llegaba el comienzo del torneo: por fin Riquelme, al que cuidaron durante ocho meses, se volvería a poner la camiseta de Boca, luego de haber, recordemos, renovado su contrato.
Boca perdió por goleada con Godoy Cruz en la Bombonera, y Riquelme, llamativamente, se volvió a lesionar.
Luego del partido siguiente, con mi Racing Club de Avellaneda, partido en el que Boca ganó con los justo pero ganó, todo pareció indicar que el astro estaba listo para regresar. El termómetro de la situación, como en todo el año pasado, fue él mismo: hace rato que es él quien abre la boca para decir lo-que-va-a-pasar en el mundo Boca; en su momento Boca perdía a Riquelme porque él se decía cansado, en su momento Boca perdió a Riquelme un semestre porque él decía estar recuperándose, y hace diez días Boca no pudo tener a Riquelme en cancha frente a Racing porque él, frente a los micrófonos, avisó a jugadores, entrenadores, dirigentes e hinchas que "no llegaba". Cinco días después dijo llegar.
Falcioni, pese a todo, lo incluyó entre los suplentes, a comienzos de esta semana. Riquelme se sorprendió, estrujó la pechera naranja con su mano izquierda, jugó, hizo un gol, lo gritó (como nunca antes en un entrenamiento cotidiano) y miró directamente al entrenador. Para el segundo tiempo, Riquelme formó parte del equipo titular.
Qué bueno: los códigos del astro habían vuelto a dar el ejemplo: él juego al fútbol, quiere hacer feliz al hincha de Boca, quiere jugar: por todas esas razones, las de siempre, se comportó como se comportó y volvió a la normalidad. Había vuelto, luego de mostrar las uñas, al mediocampo del equipo titular.
Ayer por la mañana Julio Falcioni decidió prescindir de Riquelme y de Walter Erviti, las dos plumas boquenses, para el partido contra All Boys. Riquelme ni siquiera va al banco. El mundo Boca estalló, el mundo del deporte argentino estalló, el mundo del periodismo deportivo estalló. Es un momento histórico, aunque otra vez, por enésima vez, Riquelme fue el perjudicado sin que nadie lo entienda, porque como él dijo: está en un 100 por 100 físicamente.
Si Riquelme está bien, ¿cómo puede ser que no esté dentro de la cancha? ¿Herejía?
Histórico.
Falcioni salió a hablar. Dijo que Riquelme tenía que seguir trabajando. Que optó por el sistema táctico con el que Boca fue el mejor del verano. ¿Es esa la razón por la que lo sacó del equipo? No. La razón se deduce sola. Los jugadores son todos iguales. Son, aunque no les guste por el brillo de las cámaras, elementos con los que cuenta un entrenador para hacer un equipo. El periodismo dijo: "Se ve que a Falcioni, además de la cuestión física, le gustan otras cosas."
Riquelme también salió a hablar: dio una entrevista a sus amigos de TyC y dijo que se encuentra perfecto, que para los suplentes jugó fenómeno, que no entiende por qué ni siquiera va a l banco, que lo único que quiere es hacer feliz al hincha de Boca, que ama jugar al fútbol, y que por eso no entiende que lo manden a correr por el perímetro de la cancha. Dijo que él no habla con el entrenador, que no tiene por qué hablar con él. Que él sabrá lo que hace. Que ayer no le dio la chance de demostrarle DENTRO DE LA CANCHA que está equivocado. Que no le gusta para nada quedar afuera del equipo. Y cuando le preguntaron sobre su futuro en el club, si se pensaba quedar, respondió: "Y, si no me echan...".
Dijo, por último, que tiene un contrato largo. Y que NO HAY QUE DARLE TANTAS VUELTAS. Él está impecable, y no lo dejan jugar. Porque, dijo, "hace mucho tiempo que hay gente que quiere hacerle daño".
Los perversos prescinden del diálogo que vale la pena, porque para qué: para qué hablar con cosas. El perverso-narcisista (una pequeña variante) no dialoga en el momento que más tiene que dialogar, porque no necesita escuchar más que su propia voz. Las otras voces son sólo una bijouterie.
Juan Román Riquelme fue un magnífico jugador de fútbol que siempre supo compensar su endeble estado físico con una técnica sobrenatural. Siempre supo compensar su renuencia al entrenamiento intensivo con un talento expansivo, un toque maravilloso, una capacidad casi única para abrir posibilidades de juego.
Hoy Juan Román Riquelme es el perverso más famoso del fútbol argentino, un manipulador exquisito que, aunque no pueda verlo (el perverso, también, se va encegueciendo paulatinamente), está por llegar a su límite. Hoy Riquelme patea sólo con la lengua, y esto será suficiente sólo por un tiempito más.
Mientras tanto, el burro Palermo entrena, juega y anota.
24.2.11
22.2.11
Hay que estudiar
El agresor, un policía y doctor en derecho, disparó a su compañero de butaca tras una fuerte discusión
Asesinado por comer palomitas mientras veía 'Cisne Negro'
El crimen ocurrió en el Forum Cinema de Riga, uno de los cines más grandes de Letonia
Comer palomitas en el cine es una costumbre que resulta bastante molesta para algunos puristas del Séptimo Arte. Y si se trata de una cinta tan intensa como 'Cisne Negro'... la cosa puede acabar en tragedia.
Fue en el Forum cinema de Riga, uno de los cines con más capacidad de la capital de Letonia, donde un hombre de 43 años fue asesinado por su compañero de butaca durante la proyección de la cinta dirigida por Darren Aronofsky y protagonizada por Natalie Portman.
Cuando el film llegaba a su fin, durante los títulos de crédito el agresor, de 27 años, sacó una pistola -legalmente registrada ya que era policía- y le disparó a la víctima.
Al parecer, según informa el diario británico 'The Guardian' en un artículo titulado Man shot dead in Latvian cinema for eating popcorn too loudly, agresor y víctima habían mantenido una fuerte discusión durante la proyección ya que al joven le molestaba el ruido que la víctima hacía mientras comía palomitas.
El agresor, que además de ser graduado en la Academia de Policía tiene un doctorado en Derecho por la Universidad de Letonia, esperó tranquilamente a que llegaran las autoridades y no opuso ningún tipo de resistencia al ser detenido.
(lo saqué de acá previa recomendación de Hugo Rabbia)
Asesinado por comer palomitas mientras veía 'Cisne Negro'
El crimen ocurrió en el Forum Cinema de Riga, uno de los cines más grandes de Letonia
Comer palomitas en el cine es una costumbre que resulta bastante molesta para algunos puristas del Séptimo Arte. Y si se trata de una cinta tan intensa como 'Cisne Negro'... la cosa puede acabar en tragedia.
Fue en el Forum cinema de Riga, uno de los cines con más capacidad de la capital de Letonia, donde un hombre de 43 años fue asesinado por su compañero de butaca durante la proyección de la cinta dirigida por Darren Aronofsky y protagonizada por Natalie Portman.
Cuando el film llegaba a su fin, durante los títulos de crédito el agresor, de 27 años, sacó una pistola -legalmente registrada ya que era policía- y le disparó a la víctima.
Al parecer, según informa el diario británico 'The Guardian' en un artículo titulado Man shot dead in Latvian cinema for eating popcorn too loudly, agresor y víctima habían mantenido una fuerte discusión durante la proyección ya que al joven le molestaba el ruido que la víctima hacía mientras comía palomitas.
El agresor, que además de ser graduado en la Academia de Policía tiene un doctorado en Derecho por la Universidad de Letonia, esperó tranquilamente a que llegaran las autoridades y no opuso ningún tipo de resistencia al ser detenido.
(lo saqué de acá previa recomendación de Hugo Rabbia)
1.2.11
"Uno podría decir que la literatura se basa en eso, en ponerse al costado de las palabras omitidas para mencionar a medias lo que ellas habrían dicho."
(Reflexión de Sergio Chejfec en El intimista, ensayo de su autoría sobre Joaquín Gianuzzi, publicado en su blog.)
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