Bueno, mi hermano de sangre hace ya unos años que ingresó en el mundo de las milongas. Recuerdo sus primeros momentos, me recuerdo a mí mirándolo desde un costado, cuando lo acompañaba a las milongas semanales cerca del centro neuquino: el hombre (el médico, el profesional) un tanto dubitativo, reconociendo los quiebres y las cadencias con cierta cautela, como un ciego nuevo pero calmo. El tiempo hizo que, naturalmente, su habilidad creciera a la enésima, a la octava, a la décima potencia. Hoy es un Vigna que llega a la milonga con una botinera: se detiene en la periferia de la pista, se quita las zapatillas y se calza los zapatos sin dejar de mirar, nunca, a sus colegas actuando. Hoy es un Vigna con una cualidad que ningún otro Vigna del entorno inmediato tiene: domina el erotismo sutil de los movimientos, y ha logrado un prestigio invisible entre nosotros.
Y esta foto lo demuestra. Un verdadero tanguero se cruza en la calle con verdaderos tangueros. Raúl Lavié, voz de quebracho, nariz a prueba de todo (me han contado que por esa fosa han subido kilos de escombros de estupefacientes, como en el revés de la construcción de un edificio atroz). Y digan que murió Rubén Juárez, porque sino ya tendría otra foto de mi hermano, delante de un local de quiniela, con un bandoneón blanco colgando de su hombro cual repasador de fuelle, cual gamuza de campeón.
1 comentario:
Doy fe, yo lo he visto. gratamente sorprendido, con sus zapatitos tangueros, con marcas de multiples quebradas, buscando una percanta para hacerle sentir su pasion tanguera.
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