Hace doce años y once meses me encontraba llorando frente a un televisor 29 pulgadas, en el barrio Jardín de la ciudad de Neuquén, y por estar tan lejos de Avellaneda no me quedó otra que filmar el televisor, con una Sony HandyCam temblequeante. Recuerdo la textura de la manopla de tela y cuero de la filmadora, rozándome los dedos flacos. ¿Tierno? ¿Triste? No. Coherente. Soy hincha de Racing. Siempre nos falta algo. Soy hincha de Racing quizás porque mi papá jugó en Racing, pero ahí está el alma de Racing: mi papá es hincha de Boca. Hace doce años y once meses me era tan increíble lo que estaba viendo que, mientras lloraba, y veía a Bastía, Milito, Campagnuolo y Vitali en calzones montados al travesaño oeste de estadio José Amalfitani, también filmaba el televisor. Hoy esa escena es más palpable que el campeonato logrado.
Hoy, a cuatro días de que Racing juegue en el Gigante de Arroyito con Central, todo se remueve. Hace casi trece años que no podía vivir la sensación de tener chances de algo. La expectativa de estar en carrera hasta el final para alcanzar un campeonato. Escribo esto por los condimentos especiales: nunca me hubiese imaginado que este momento llegaría en Córdoba, donde nunca supe que iba a establecerme; nunca supe que este momento iba a tardar tanto. Nunca imaginé que llegaría este momento, tanto tiempo después, con Milito representándonos en el área contraria, y por sobre todas las cosas nunca imaginé que iba a tomarle tanto cariño a Belgrano de Córdoba, y al patetismo del fútbol cordobés, como para que hoy, a cuatro días del domingo, sienta una alegría especial por el hecho de que este Racing, imperfecto como siempre pero ofensivo como casi nunca, tiene entre sus filas a dos leones: Luciano Lollo, a quien vi fallar innumerables rechazos en el Gigante de Alberdi, y Ezequiel Videla, que se merece todo el placer del mundo por el trabajo que está haciendo.
Lollo y Videla, los dos cordobeses que vi de cerca en los últimos años, constituyen la columna vertebral de este Racing que llega con chances. La punta de la columna es Milito, al que filmé en bolas hace trece años.
No importa si no llegamos. Con esto adentro del cuerpo, y con este texto, suficiente como para tirar unos años más.
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