Williamsburg de noche parece ser siempre
una víspera de la navidad, y eso no deja de ser divertido porque
está lleno de judíos ortodoxos. Si la navidad es yanqui a fuerza de
películas malas, entonces la previa ornamentada sucederá por
siempre en este barrio. Algo así como: absorbemos vuestro universo
simbólico porque debemos seguir absorbiendo vuestro dinero, pero
recuerden que, aún, no hay mesías que valga. Hacemos de nuestro
barrio un festejo de chucherías, pero no vamos a festejar el éxtasis
del Natalicio. Así, imaginamos, hablan para sí los ortodoxos que
viven y embellecen el barrio. Hay objetos que introducen las
costumbres de las familias, en cada jardín delantero de las casas.
Hay silencio, y rejas que impiden el paso a las escaleritas que
preceden a las puertas de calle. Se ve el comienzo de lo privado,
desde el tránsito público, pero se marca su umbral con rejas bellas
y anchas. El hierro marca el pulso de esta ciudad hasta el extremo de
la mirada.