Hola. Le han hecho una entrevista a mi querido Alfredo Jaramillo (ya retirado de la blogosfera) en un blog llamado Los caracteres. Como siempre, son tan lindas sus respuestas que decidí pegar no un pedazo, sino toda la entrevista, que se puede leer con foto del protagonista, acá. Un abrazo a la distancia al gran Piro querido, sabio hijo de puta, qué ganas de charlar, la puta madre. Y al Salvador, por supuesto, a quien la remera de Nirvana ya le debe haber quedado chica.
Hola Alfredo. ¿De dónde sos?
De Neuquén Capital, una ciudad donde lo único que crece es el rencor, y el río durante el verano. Yuyos bajos sobre montes polvorientos, rutas y mesetas. Noches frías donde los chicos no dejan de sacar sus autos o caminar para ir a comprar cerveza a los mercados que todavía escapan al control municipal. Una ciudad hermosa, si la sabés vivir. Una ciudad hermosa para desperdiciar tu vida en bardo y contemplación. Quizá llegue un momento en que estás como atascado en las cosas de siempre (el centro, los boliches de siempre, las charlas de siempre, las luces de siempre): es entonces cuando decís “ya fue” y te mudás, como me pasó a mí. 2007: me pagaban $900 mensuales para vivir la agonía de una ultravida académica en el Comahue, que no tenía ninguna razón de ser para mí. Estaba ahí paseando por pasillos beige en la universidad y nada, no había nada, sólo ilusiones y cadáveres de viejos profesores impregnados a la pared. Y mientras tanto: la vida paralela de vagar por internet y recibir amigos en el Bulo de la Muerte para encontrar inspiración. Recitales malos, caminatas tirando humito por la nariz, épocas de no comprar nada porque el dinero era algo que le pertenecía a otros. Y contemplación, contemplación. Mirar los días de tierra cómo se levantaba el polvo y tapaba el sol. Increíble. Por menos de eso evacuarían Buenos Aires. Pero para nosotros era el paisaje de casi todos los días, las trasnoches, los enemigos locales, las charlas con los viejos amigos acerca de adónde ir con los proyectos y la vida en general. Escribíamos, nos mostrábamos las cosas, nos robábamos ideas. No nos veía nadie, era genial. Pero nadie se banca cien años de soledad, así que me fui. Corté con todo, a otra cosa. Quería irme a España a trabajar de periodista, postulé a una beca, no me salió. Rechacé una oferta para trabajar investigando crímenes de lesa humanidad en el Batallón de Ingenieros de Montaña 6 porque quería venirme a esta fuckin ciudad porque sentía el latido de la Capital Federal en las paredes. Primero de Marzo de 2008 llegué a Retiro con un bolso roto por donde asomaba un zapato.
¿Te encontraste con algo muy diferente a lo que esperabas?
Ya conocía Buenos Aires, viajaba mucho. Año 2006 viajaba tres veces por mes. Compraba mi pasaje de Chevallier, iba y venía, dieciséis horas de bondi… Hay pocas cosas tan hermosas como ver el desierto iluminado por la luna a la altura de La Pampa, o parar a fumar en las terminales. Es muy lindo fumar en las terminales escuchando el motor de los colectivos. Llegué a la casa de mi amigo Ariel, un viejo compañero de colegio que trabajaba en Cancillería y era amigo de un montón de bolivianos y paraguayos radicalizados. Me tiraba un colchoncito en un living de Barrio Norte y yo de ahí pensaba Qué Hacer. Días muy locos donde yo pensaba en pegar un trabajo estable y lo único que hacía era darle de comer a los caballos en el establo. Por suerte los amigos recientes y buenos conocidos me dieron una mano y me permitieron flotar, gente buena, nunca dejaré de agradecerle íntimamente el rescate. La mayoría de los que me ayudaron eran viajeros como yo, eso es increíble. Y nunca pidieron nada a cambio por supuesto. Un viajero ayuda a otro y no espera vuelto porque hay que mantener el espíritu para los nuevos que llegan. La mejor manera de agradecer un gesto tan gigante es ayudar a otros a establecerse. Eso trato de hacer cada vez que me encuentro con alguien que está donde yo estaba tres años atrás.
¿Cambiaron mucho tus costumbres?
Bueno, alguien ató mi pie al acelerador y pasaron mil cosas. Conocí a mi queridísima Mercedes, tuvimos un hijo muy bello, me transformé en un “periodista”, y lo fascinante fue que no había nada verdaderamente deslumbrante en eso último. Quiero decir, vine acá pensando en que eso era lo que quería, pero en realidad lo que quería era ir en busca de nuevas sensaciones por supuesto. Me encanta el periodismo porque me divierte dar vueltas por la ciudad y ser testigo de cosas raras, pero no hay nada. No hay estrellato, ni en el periodismo, ni en la literatura, ni en el rock, ni en nada. Para un chico como yo que creció mirando las estrellas, llegar acá y darse cuenta que las estrellas estaban todas muertas fue una cosa muy educativa. De ahí en adelante, no sé qué me dediqué a hacer. Hago air guitar en la calle, pienso en libros de poesía, veo poquísimo a gente que antes venía un montón. Salgo menos (antes era una actividad fundamental… pistear la década con la vanidad de los veintitantos, me enamoraba de mí, cosas que sirven hasta ahí y después, pfff). De Neuquén bueno, extraño millones de cosas. El río, la barda, el cielo, la gente buena con la que tenés anécdotas que te recuerdan de dónde venís. Ahora recordando no quisiera ser tan naif de decir “ah, qué hermoso era” porque, como me recordó hace poco mi amigo Luchi por Facebook cuando yo recordaba una parte de mi pasado allá, él decía “recuerdo perfectamente cuando Alfredo quería irse de ahí”. La vida es demasiado misteriosa como para quedarse quieto en un lugar, pero Neuquén, muchos de mis amigos lo saben, es el principio y el final de todo.
¿Con qué frecuencia volvés de visita?
No vuelvo desde 2010. Viajé en invierno, a la chacra de mis queridos Santi y Jenny. Vi crecer al retoño de ellos, Felipe, y parece que me entusiasmé porque volví y Mercedes quedó embarazada. Nunca nos ponemos de acuerdo con respecto a cuál fue el momento, pero creo que volví con las energías renovadas. ¡Cuidado si van de camping al Valle! Tengo varios amigos y compañeros de colegio que se fueron de Neuquén y no volvieron más porque claro, el mundo es grande y diverso y potente, ¿para qué quedarse con una sola ciudad? Pero Neuquén siempre está ahí acompañando los trayectos de cada uno como escenario de las primeras fantasías.
¿Pensás en volver a vivir en Neuquén?
Hay un ánimo generalizado entre la gente que nació allá de terminar los días en la Gran Capital, haciendo asados en la costa del río y tocando las puertas del Movimiento Popular Neuquino para pegar un lugar en el Concejo Deliberante. Mal plan no es, pero a la vez estamos cada uno tirando de su propia cuerda y viviendo. Después de todo todavía somos jóvenes y podemos empezar de nuevo.
¿A qué amigo tuyo pensás que le gustaría vivir allá?
No sé, es difícil responder. Neuquén es una ciudad salvaje: allá todos primero disparan y después preguntan. No hay “sensibilidad”, en el sentido en el que todos en Buenos Aires hablan de “sensibilidad”. Allá se trata de de perforar la tierra para sacarle toda la mierda posible. Matan guanacos, la gente del campo todavía calienta agua sobre un fogón al que prenden con ramas. Pero lo dice la Biblia: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.
3 comentarios:
Qué buena la entrevista. Excelente la mirada de Alfredo sobre Neuquén, en el Alto Valle hay cosas diferentes, hay que encontrarlas. Suerte a Jaramillo
me encanto la nota y lo bien que habla de Neuquen, yo vivo ahi desde que naci aunque casi siempre tengo que sacar pasajes a Buenos Aires desde Neuquén por trabajo. pero Nunca me iría de mi hermosa ciudad
Gracias Paola, por escribir y por la publicidad encubierta! Saludos
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