Papel de regalo que no cruje. Fue comprado para ella
y por eso la escritura en el aire. El objeto en sí deforma más el dolor
que el acto de esperarla. Dentro del papel un disco tiende
a no girar, fuera de su clima el tiempo insistirá en encorvarse.
Hasta que nada asfixie, ni un alma en una cama.
Fue comprado para ella. Le pertenece la liviandad
de lo que podría ser el primer tirón y la verdad sobre
lo que parece un moño, el descubrimiento del ser, la música.
No es exagerado el grito visual, el tacto en la ausencia. El solo
intento de que un papel de regalo cruja, que devuelva
la narración a su estado pleno.
No hay líquidos. Sólo la erosión inmediata de un inspirar
que desborda al cuerpo, genera un roce, la finitud responsable
de un hombro, la sequedad en la muerte de los reflejos.
¿Hay que aprender a dormir?
Yo no soy quién para dormir sin ella. Un regalo cruje en este grosor.
Alguien tendría que moler las sábanas, hacerlas fricción, humo,
fuego.
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