Quiero compartir aquí la suerte de respuesta que tuvo Javier Quintá, colega y amigo, para con la nota publicada ayer en el Suplemento Cultura de La Voz del Interior, firmada por Flavio Lo Presti. Y además agregar algunas cositas. La nota se titula "Juntitos es mejor" y hace referencia a la bola de antologías de "nuevos narradores" que comenzó en Buenos Aires hace algunos años, y que llegó a Córdoba hace meses, con Es lo que hay, a cargo de Lilia Lardone, y 10 Bajistas, a cargo de Alejo Carbonell.
Lo primero que quiero decir es que Quintá tiene razón en su planteo cuando dice que Lo Presti probablemente no haya leído los libros. Pero también puede estar equivocado. En ese caso, las palabras del crítico serían aún más desafortunadas, porque los casos que Quintá expone en su blog (ya que se busca la existencia literaria, vamos a darle algo de existencia a estos blogs de mierda tomándolos para lo poco que sirven: discutir) son elocuentes: Lo Presti se pasó por encima varios nombres más que interesantes de la fauna de boludos que hoy nos dedicamos a escribir en Córdoba. Y si lo hizo por no leer los libros, bueno, es una lástima. Y si lo hizo con las dos lecturas encima, bueno, debo decir que su intento de "nuevo canon cordobés" tiene tan poco valor como el lugar que pretende ocupar desde su voz crítica.
Copia Quintá este párrafo de Lo Presti:
"En una medida mayor que en las antologías "metropolitanas", se nota la distancia entre algunas escrituras definidas por proyectos personales "en estado avanzado" (más allá de gustos personales: Luciano Lamberti, Emanuel Rodríguez, Cuqui, Federico Falco) y escrituras vacilantes, que complican la lectura completa del volumen".
Para luego exponer los casos que, a su criterio (Quintá), el crítico se olvidó de mencionar, más allá de su gusto personal (que trataré en un ratito): gente que tiene un "proyecto personal" o, dicho de otro modo, mucho más adecuado para mí, gente que NO tiene una escritura vacilante, y que demuestra estar dedicándose a esto. Santiago Ramírez, Adrián Savino, Hernán Tejerina, David Voloj, Pablo Natale, Pablo Dema.
Bien. Lo que quiero decir es, quizás, una mezcla de lo que me han producido los libros y una mezcla de las sensaciones que estas críticas me generan.
En primer término, creo que Lo Presti tiene razón cuando critica el autobombo que muchos ejecutan alrededor del clima actual, principalmente los jóvenes escritores. Se puede ver, se puede oler y leer, que a muchos les interesa figurar. Estar ahí, construirse como autores cuando la obra propia todavía no los soporta. Pero esta misma razón ya relativiza hasta a los autores que él mismo coloca como "diferenciados", porque más allá de que nadie dudaría de la capacidad y del trabajo coherente y valioso que vienen llevando a cabo tipos como Falco y Lamberti, o la potencia brutal de lo que hace Cuqui, ninguno de ellos tiene una obra atrás que, hoy, les permita separarse marcadamente de tipos como Tejerina o Savino, o de escrituras como la de Pablo Dema o Sebastián Pons (quizás una de las prosas más trabajadas que leí entre nosotros: y hablo de trabajo, de búsqueda, no de gusto). Así, Lo Presti no hizo más que, otra vez, como he leído varias veces, camuflar su gusto entre los filamentos de su prosa y su consideración distante: podría ser más simple y, en vez de buscar la CONMOCIÓN en textos antologados y dispares como la gran puta (ahí estoy de acuerdo nuevamente), decir: a mí me gustan Luciano Lamberti, Emanuel Rodríguez, Federido Falco, Cuqui y, sobre todo, Sergio Gaiteri (que a su entender se mantuvo voluntariamente al margen de las antologías publicadas aquí, sin mencionar, por ejemplo, que el criterio de selección sostenido por Lardone para Es lo que hay dejó afuera a varios escritores por su edad).
Pero no.
Lo Presti publicó toda una columna sobre los escritores jóvenes de Córdoba para erigir una crítica que se sube arriba de la mesa a la hora de marcar los problemas de los libros, y se pone atrás de un biombo para decir, arbitrariamente, lo que a él gusta.
El problema, evidentemente, no es la crítica en sí. Me gusta que se digan las cosas como se piensan. Creo que el problema es desde dónde se para uno para decir eso: lo que piensa.
Respecto de las antologías, yo creo, sinceramente, que el título Es lo que hay es una cagada, y que lamentablemente opera al revés del impulso original. Creo que es un título que, más allá del prólogo posterior, y más allá de quién haya tomado realmente la decisión, les juega en contra a los autores. Y creo que le falta mucho para ser un libro: ya escribí una gansada aquí mismo diciendo algo de eso. Pero respecto de los cuentos que se incluyen allí, puedo decir que Lamberti, Montes de Oca, Natale, Falco, Dema, Rabbia, Ramírez, Rizzi, Quintá, Voloj, y Pons no demuestran muchas vacilaciones a la hora de escribir. Vacilaciones de esas que "dificultan la lectura". Y si hago la suma, se trata de 10 (diez) casos. El gusto, es otra cosa. Y sí, también creo que hay gente que no soprende, que vacila un poco o que hizo cuentos feos feos para esa ocasión, y que Lardone optó por publicar. Pero esa antología, dispar, grandota y tan difundida, se sostiene en la escritura de esos diez tipos, casos más casos menos, porque seguramente me olvido de alguien. Y eso no se puede obviar.
10 bajistas, por su parte, tiene menos autores, pero ¿cómo atribuirle vacilaciones a cuentos como los de Tejerina, Savino o Fonseca (para no repetir)? ¿Cómo olvidarse voluntariamente de esos nombres, más allá del gusto? Termino este mini-repaso con una convicción, leyendo lo que yo mismo escribo: tampoco creo que haya que hacer un análisis pormenorizado de los libros; pero sí creo que hay que tener los mismos huevos puestos para bardear como para decir lo que a uno le gusta. Sabiendo que, en ese último caso, los criterios de selección son tan arbitrarios como en el primero.
Me voy, entonces, con el siguiente dato, irrefutable: es la gente de La Voz del Interior, editores o responsables del suplemento, la que decide titular "Fábricas de promesas" a una nota sobre los tipos que escriben en las antologías. Promesas, en la literatura, ¿dónde?: ¿quién carajo es promesa en el fango de la literatura, tan duro y flojo como para que todos se hundan, y más con gente que está empezando? Para que luego ese mismo plantel del diario, en este caso Flavio Lo Presti, responda desde el mismo medio con un "Juntitos es mejor" (¿juntitos quiénes, en nuestra ciudad? ¿Los escritores? ¿Los editores? ¿quiénes pretenden juntar a la gente?), evidente demostración "crítica" de que, como un traje que huele a placard y pucho pero calza bien, y aunque suene un poco feíto (no se me ocurre otra forma más trillada de decirlo, y lo digo con total respeto y sin insultar a nadie en particular), no hay poronga que les venga bien. Y cuando digo que no hay pija suficiente, me refiero fundamentalmente a la incapacidad -parece que voluntaria- de ponerse en el mismo nivel de. A la incapacidad de demostrarse imperfecto desde la crítica, algo así como hacerse cargo de lo que gusta, pese a las contradicciones que surjan. Criticar En Celo, De puntín, In fraganti, Uno a Uno, Buenos Aires escala..., por libros capitalistas y salvajes (libros bastante chotos, coincido, por lo menos los que pude leer), y luego criticar La erótica del relato por frustada respuesta desde la academia (coincido en la pelotudez de Los heraldos, situación que conozco aunque no leí el libro), y luego marcar la inmadurez o desequlibrio de los libros cordobeses (claro que sí, pero no muy distinto de lo porteño), es exactamente-lo-mismo que rescatar sólo a tres o cuatro nombres de treinta posibles, aquí en Córdoba. Es decir: la misma impunidad, vacilante, que sirve para matar y para construir un canon pelotudo.
Lo primero que quiero decir es que Quintá tiene razón en su planteo cuando dice que Lo Presti probablemente no haya leído los libros. Pero también puede estar equivocado. En ese caso, las palabras del crítico serían aún más desafortunadas, porque los casos que Quintá expone en su blog (ya que se busca la existencia literaria, vamos a darle algo de existencia a estos blogs de mierda tomándolos para lo poco que sirven: discutir) son elocuentes: Lo Presti se pasó por encima varios nombres más que interesantes de la fauna de boludos que hoy nos dedicamos a escribir en Córdoba. Y si lo hizo por no leer los libros, bueno, es una lástima. Y si lo hizo con las dos lecturas encima, bueno, debo decir que su intento de "nuevo canon cordobés" tiene tan poco valor como el lugar que pretende ocupar desde su voz crítica.
Copia Quintá este párrafo de Lo Presti:
"En una medida mayor que en las antologías "metropolitanas", se nota la distancia entre algunas escrituras definidas por proyectos personales "en estado avanzado" (más allá de gustos personales: Luciano Lamberti, Emanuel Rodríguez, Cuqui, Federico Falco) y escrituras vacilantes, que complican la lectura completa del volumen".
Para luego exponer los casos que, a su criterio (Quintá), el crítico se olvidó de mencionar, más allá de su gusto personal (que trataré en un ratito): gente que tiene un "proyecto personal" o, dicho de otro modo, mucho más adecuado para mí, gente que NO tiene una escritura vacilante, y que demuestra estar dedicándose a esto. Santiago Ramírez, Adrián Savino, Hernán Tejerina, David Voloj, Pablo Natale, Pablo Dema.
Bien. Lo que quiero decir es, quizás, una mezcla de lo que me han producido los libros y una mezcla de las sensaciones que estas críticas me generan.
En primer término, creo que Lo Presti tiene razón cuando critica el autobombo que muchos ejecutan alrededor del clima actual, principalmente los jóvenes escritores. Se puede ver, se puede oler y leer, que a muchos les interesa figurar. Estar ahí, construirse como autores cuando la obra propia todavía no los soporta. Pero esta misma razón ya relativiza hasta a los autores que él mismo coloca como "diferenciados", porque más allá de que nadie dudaría de la capacidad y del trabajo coherente y valioso que vienen llevando a cabo tipos como Falco y Lamberti, o la potencia brutal de lo que hace Cuqui, ninguno de ellos tiene una obra atrás que, hoy, les permita separarse marcadamente de tipos como Tejerina o Savino, o de escrituras como la de Pablo Dema o Sebastián Pons (quizás una de las prosas más trabajadas que leí entre nosotros: y hablo de trabajo, de búsqueda, no de gusto). Así, Lo Presti no hizo más que, otra vez, como he leído varias veces, camuflar su gusto entre los filamentos de su prosa y su consideración distante: podría ser más simple y, en vez de buscar la CONMOCIÓN en textos antologados y dispares como la gran puta (ahí estoy de acuerdo nuevamente), decir: a mí me gustan Luciano Lamberti, Emanuel Rodríguez, Federido Falco, Cuqui y, sobre todo, Sergio Gaiteri (que a su entender se mantuvo voluntariamente al margen de las antologías publicadas aquí, sin mencionar, por ejemplo, que el criterio de selección sostenido por Lardone para Es lo que hay dejó afuera a varios escritores por su edad).
Pero no.
Lo Presti publicó toda una columna sobre los escritores jóvenes de Córdoba para erigir una crítica que se sube arriba de la mesa a la hora de marcar los problemas de los libros, y se pone atrás de un biombo para decir, arbitrariamente, lo que a él gusta.
El problema, evidentemente, no es la crítica en sí. Me gusta que se digan las cosas como se piensan. Creo que el problema es desde dónde se para uno para decir eso: lo que piensa.
Respecto de las antologías, yo creo, sinceramente, que el título Es lo que hay es una cagada, y que lamentablemente opera al revés del impulso original. Creo que es un título que, más allá del prólogo posterior, y más allá de quién haya tomado realmente la decisión, les juega en contra a los autores. Y creo que le falta mucho para ser un libro: ya escribí una gansada aquí mismo diciendo algo de eso. Pero respecto de los cuentos que se incluyen allí, puedo decir que Lamberti, Montes de Oca, Natale, Falco, Dema, Rabbia, Ramírez, Rizzi, Quintá, Voloj, y Pons no demuestran muchas vacilaciones a la hora de escribir. Vacilaciones de esas que "dificultan la lectura". Y si hago la suma, se trata de 10 (diez) casos. El gusto, es otra cosa. Y sí, también creo que hay gente que no soprende, que vacila un poco o que hizo cuentos feos feos para esa ocasión, y que Lardone optó por publicar. Pero esa antología, dispar, grandota y tan difundida, se sostiene en la escritura de esos diez tipos, casos más casos menos, porque seguramente me olvido de alguien. Y eso no se puede obviar.
10 bajistas, por su parte, tiene menos autores, pero ¿cómo atribuirle vacilaciones a cuentos como los de Tejerina, Savino o Fonseca (para no repetir)? ¿Cómo olvidarse voluntariamente de esos nombres, más allá del gusto? Termino este mini-repaso con una convicción, leyendo lo que yo mismo escribo: tampoco creo que haya que hacer un análisis pormenorizado de los libros; pero sí creo que hay que tener los mismos huevos puestos para bardear como para decir lo que a uno le gusta. Sabiendo que, en ese último caso, los criterios de selección son tan arbitrarios como en el primero.
Me voy, entonces, con el siguiente dato, irrefutable: es la gente de La Voz del Interior, editores o responsables del suplemento, la que decide titular "Fábricas de promesas" a una nota sobre los tipos que escriben en las antologías. Promesas, en la literatura, ¿dónde?: ¿quién carajo es promesa en el fango de la literatura, tan duro y flojo como para que todos se hundan, y más con gente que está empezando? Para que luego ese mismo plantel del diario, en este caso Flavio Lo Presti, responda desde el mismo medio con un "Juntitos es mejor" (¿juntitos quiénes, en nuestra ciudad? ¿Los escritores? ¿Los editores? ¿quiénes pretenden juntar a la gente?), evidente demostración "crítica" de que, como un traje que huele a placard y pucho pero calza bien, y aunque suene un poco feíto (no se me ocurre otra forma más trillada de decirlo, y lo digo con total respeto y sin insultar a nadie en particular), no hay poronga que les venga bien. Y cuando digo que no hay pija suficiente, me refiero fundamentalmente a la incapacidad -parece que voluntaria- de ponerse en el mismo nivel de. A la incapacidad de demostrarse imperfecto desde la crítica, algo así como hacerse cargo de lo que gusta, pese a las contradicciones que surjan. Criticar En Celo, De puntín, In fraganti, Uno a Uno, Buenos Aires escala..., por libros capitalistas y salvajes (libros bastante chotos, coincido, por lo menos los que pude leer), y luego criticar La erótica del relato por frustada respuesta desde la academia (coincido en la pelotudez de Los heraldos, situación que conozco aunque no leí el libro), y luego marcar la inmadurez o desequlibrio de los libros cordobeses (claro que sí, pero no muy distinto de lo porteño), es exactamente-lo-mismo que rescatar sólo a tres o cuatro nombres de treinta posibles, aquí en Córdoba. Es decir: la misma impunidad, vacilante, que sirve para matar y para construir un canon pelotudo.