Alguien viaja todavía
en trenes difuntos en el campo.
Alguien alambra el agua.
El cielo atraviesa la laguna, tras otro cielo
y una sortija inmensa
de luz, vacío y lluvia desterrada
perfora el planeta.
Hay casas por ahí. Pobres hasta el hueso.
Más al fondo,
donde uno comienza a perder la tonada,
aúllan
el coirón en los eriales
y en los álamos de Neuquén
las horas quietas.
No hay quien vuelva de allí.
Un viejo refucilo
acorrala al hombre
descarga los ojos de los animales
y fulmina la frontera.
Después
-si es que hay después-
de la nada
nace
la nieve
y de un relámpago la cordillera.
Leopoldo Castilla (Salta, 1947), Coirón, Ediciones del Zorrito, Buenos Aires, 2011
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